viernes, 19 de abril de 2013

~DefensaDelDrJCrane~


El miedo no es sino una respuesta sensorial a agresiones externas con las que luchamos por la supervivencia..

No se puede determinar, ni plasmarlo en imágenes, al menos sin caer en los tópicos, puesto que cada miedo es uno, e intransferible. De hecho las imágenes estereotípicas para dibujar un genérico “miedo” coinciden y abundan en términos que indican inefabilidad, como oscuridad, caídas, vacíos, muerte. Y en la naturaleza dual de agentes externos: animales, personas o fenómenos que suscitan el terror cuando se representaban en el ámbito de la cotidianidad desvelando más tarde la hostilidad latente… el retrato del miedo es vago, difuso, las líneas vibran, se duplican emborronándose, se pierde la ubicación en el mapa, se diluye la cardinalidad…
cuanto rodea, aunque fuera bien conocido, se vuelve susceptible de albergar peligros desconocidos, entre la penumbra, durante la luna nueva, entre el trigo alto, agitado por una brisa nerviosa, entre las cuatro paredes, que se estremecen a la débil lumbre de un pabilo consumido

El miedo es pues esa respuesta sensorial con la que el Yo puja por su supervivencia: la Ansiedad de la Realidad es el nombre que dio el Dr. Freud a esta sensación. Las respuestas del organismo a esta presión exterior son múltiples y variadas, y Freud pretendió condensarlas en un decálogo de comportamientos reactivos; uno de ellos, la Racionalización, comporta el reconducir el material amenazante a códigos reconocibles y someterlo a parámetros lógicos: en realidad es un autoengaño, una distorsión del peligro para domesticarlo, hacerlo más dócil, familiar, vulnerable.

Quizá por ello el Dr. Crane escogió un espantapájaros .Muñeco de paja, inofensivo, frágil, incluso bonachón, idiota, como el de El mago de Oz de Frank Baum, herramienta de campesinos y labriegos para espantar a ciertos animales, sin éxito las más de las veces, por lo que realmente es ya una tradición el colocarlo, un ritual de contención de las hostilidades externas, un símbolo apotropaico, mágico y poético. Una costumbre folklórica.
La genialidad del concepto del espantapájaros de Crane es que juega con dos aproximaciones distintas al mismo asunto:
No sólo está la evidente, la de la figura que aterroriza a los pájaros y por extensión (recurso un tanto diletante) a los humanos. Está también la lectura que dice que ese pelele relleno de heno y de musculatura fláccida es en sí mismo el resultado de la reducción al ámbito de la cotidianidad de un Terror más vasto e indefinible.
En el Espantapájaros se encarna ya el artificio al que recurre la psique para “racionalizar” los temores y volverlos comprensibles, dóciles, familiares y vulnerables. Para la perspectiva del hombre, convertir en trapos y paja a un individuo es condenarlo a la sumisión, el enemigo perfecto, incapaz de defenderse y de actuar (una vez más, el amiguito de Dorothy). Es un paso más allá del maniquí de los Metafísicos, el cual aún era inquietante en cuanto consistente homúnculo, es decir, en cuanto manneken, otra versión del canon humano, tan amenazante como un hombre porque es casi uno de nosotros, prácticamente fiel a las mismas leyes físicas. El espantapájaros no, el espantapájaros es carne de hoguera.
Pero entonces, lo  inesperado, un inerte espantapájaros, cobra vida pendido del mástil de un maizal. Inesperado porque el agente del miedo es, esta vez, aquel elemento que una vez sirvió como amuleto de exorcismo, que fue el símbolo de la salvaguardia de la propia morada, del territorio del Yo. La operación de racionalización del miedo externo se ve subvertida, se ve minada en sus mismos cimientos, y el terror acaricia la demencia.

Aun así, en el fondo nunca se abandona la “racionalidad”: según quien lo mire, el miedo puede estar ahí o no. Las situaciones no habituales en ciertos lugares pueden serlo perfectamente en otros. Entonces quizá estemos hablando de miedo a lo desconocido. En cuanto se conozcan, esos signos dejan de causar horror

En efecto, el profesor Crane recurre a drogas alucinógenas para “infundir” el miedo: siempre con Freud, las alucinaciones son el resultado de un desplazamiento de pensamientos, mostrándonos imágenes fuera de su contexto, fuera de su desarrollo cronológico, dramatizando  el material psíquico y mostrándonos una ficción. El miedo químico que fabrica el espantapájaros, como el miedo en general, es un artificio del intelecto, una re-escritura de ciertos componentes, una re-contextualización
No desarrolla un catálogo de elementos objetivos para causar el Miedo, más bien sugiere caminos, desencadenantes de temores potenciales,, todos los contextos, basta con des-contextualizarlos y hacerlos desconocidos. Ajenos. Lejanos. Extraños.

Entonces ¿Cuál es el problema? Yo personalmente me inclinaría por  el innegable patrón que indica una progresiva incapacidad a nivel social para afrontar sus miedos.
Las acciones del Dr. Crane quedan completamente en segundo plano frente  a la palpable crisis de racionalidad que evidencian los resultados de estas.
Vivimos en un mundo en donde las personas no se dan espacio para re-plantearse las situaciones, no se dan tiempo para ninguna clase de reflexión.
Es la sociedad de ‘lo inmediato’ la que esta asesinando Gotham,  habituando a sus ciudadanos a vivir en la cómoda mediocridad del no cuestionarse nada y así volviéndolos incapaces de afrontar no solo sus miedos sino también cualquier otra clase de reto sin una tostadora (o un fetichista neurotico vestido de murcielago) de por medio, no el Dr. Jonathan Crane


Indígnate es de hecho el que no le estemos agradecidos por constatar algo tan tremendo.
Si queremos combatir el miedo, no es la solución encerrar a este hombre sino educar a nuestra gente para no  morir a manos de su propia cobardía.


Dra. T. Valestra


Diciembre,2010. 
Gotham,Wisconsin

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