domingo, 21 de abril de 2013

~AmarantaMinervaKrimmhield~


La historia comienza más a menos así, con un principio abrupto. Como la llegada misma de uno al mundo.

Nací en lo que en aquellos momentos eran las ciudades libres hace veintidós años.
Mi padre Karel Krimmhield  era un luthier  ya cerca de su tercera década de vida cuando, tras haber entregado una pieza a un lord de lo antiguos ducados del este, como muestra de agrado hacia su trabajo este le invitó a beber unas copas.
Fue allí donde conoció a quien luego sería mi madre, Esmë, una elfa con ojos de gata que le dejó anonadado.
Esmë le cantó esa noche, con voz no muy melodiosa pero si cargada de emoción cánticos gitanos sobre su nostalgia por los boques, sobre las cadenas de su pueblo.

Karel ya sabía antes de que la velada terminara que nunca había querida tanto a alguna mujer antes.

Hizo uso de todos sus ahorros, pero logró que el dueño de la posada le vendiera a la esclava elfa y, de regreso a las ciudades libres le entregó su libertad.
Y aunque Esmë no se podía creer su suerte ya no quedaban bosques a los que regresar, así que para fortuna de mi padre decidió quedarse a su lado.

Una cosa llevó a la otra y poco mas de un par de años después una pareja feliz estaba trayendo al mundo a su primer hija, yo. Amaranta Minerva Krimmhield.

Admito que las ciudades libres en aquellos tiempos no eran un paraíso. Pero yo era demasiado pequeña como para comprenderlo y en tanto nosotros llevábamos una vida sin grandes lujos pero estable, puedo decir que por esas épocas supe ser una niña sin preocupaciones.

Cuando tenía seis años y con toda la expectativa del mundo, nació mi hermana Amatista.
Cuando tenía siete, los ducados del este ahora rebautizados como Ignaria bajo el mando de nuevo rey Kastmir Blackwing, tomaron a la fuerza nuestras tierras. Y entre fuego y muerte trajeron también junto con ellos la caza de sangre élfica.

Tuvimos que cerrar la tienda de papa y abandonar la casita sobre ella en que habíamos vivido calidamente toda mi vida para huir como criminales.

Llevábamos escondiéndonos durante un año entero cuando nos llegó el rumor de que en una taberna al norte, junto a un pantano, había un tal tipo llamado Bob que podía ayudarnos a escapar del hambre de sangre gitana ígnara.

No mucho antes de llegar al lugar debido, mi madre dio a luz a la menor de mis hermanas, Amaya, y murió en el parto.

Antes de cerrar los ojos para siempre, nos dijo a mi padre, a mis hermanas tan pequeñitas ambas y a mi que no debíamos llorar. Que ahora regresaría a la tierra y algún día sería parte del bosque. Porque los elfos éramos bosque y no podían quitárnoslos, porque que no importaba que tan oscura fuera la noche el sol siempre volvería a salir.

Esmë era una mujer sabia.
Con el correr de los años he aprendido a comprender que no existe el elfo sin bosque, y no existe el bosque sin elfo.
El elfo es el bosque, el bosque es el elfo.
Mientras el elfo deba esconderse el bosque se esconderá, mientras el bosque se mantenga escondido el elfo se esconderá.
Pero mientras exista bosque existirá elfo, y mientras exista elfo existirá bosque.

Las raíces del bosque aun surcan el suelo, aun viven, pero están mancilladas.
Para volver a florecer  necesita la luz del sol ¿Cuándo amanecerá tras esta larga noche?.

Volviendo a la historia, aunque incapaces de contener las lágrimas logramos sobreponernos y seguir camino.
Llegamos finalmente a la posada del pantano y contactamos con Bob, que nos contó de la isla. Lejos del continente. Dirigida por la última de los Taranhair.
Nos dijo que podía sacarnos…pero solo a nosotras tres.
La isla solo refugiaba gente con sangre gitana.

Recuerdo que papa se sentó conmigo cerca del pantano y me ayudó a aventar una piedrecita muy lejos, luego me explico que teníamos que irnos a otro lugar, pero que el no podía ir con nosotras. Dijo que ahí ya no tendríamos que escapar de nadie y estaríamos seguras. Dijo que el nos estaría esperando aquí. Dijo que recordara las palabras de mama, que no importaba cuan oscura fuese la noche, al final siempre saldría el sol y que ahora era como si fuese de noche pero cuando el sol volviese a salir estaríamos juntos de nuevo para siempre.
Recuerdo que me dijo “Se fuerte Amaranta, se fuerte y cuida de tus hermanas” y luego me abrazó tan apretado que hasta me faltó el aire.

Cuando vi por última vez a mi padre  yo llevaba a mi hermana Amaya en una suerte de morralita para bebes colgadita en el pecho, con uno de mis brazos a su alrededor, tratando de proteger lo mas posible a ese ser tan pequeñito. Con el otro llevaba a mi hermana Amatista que con solo dos años  no comprendía nada de lo que estaba sucediendo y me apretaba la mano con miedo. Con esa mano fuertemente sujetada nos despedimos ambas de papa y nos encaminamos a la tierra prometida, hasta que la larga noche acabase.





Amatista Krimmhield © Nicole Olivero
Amaya Krimmhield © Laura Winter
Eiwa Taranhair, Esmë Krimmhield , Karel Krimmhield, Amaranta Minerva Krimmhield © Me
Básicamente, todo lo demás XD © Mauro Bustabad.





2012

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