Abrió
los ojos de golpe. La oscuridad de la estancia era parcial, irrumpiendo
a través de la ventana la suave luz de la luna pálida desde el cielo nocturno.
Volvió a cerrar los párpados lentamente y
con un gesto cansino se llevó los dedos a las sienes, masajeando.
Había sido solo un mal sueño. Estaba de
nuevo en esa gran y elegante habitación, donde nada podía pasarle, donde estaba
fuera de todo peligro, donde estaba sola…tan sola.
¡Ah! ¡La soledad! Esa vieja amiga suya que
le acompañaba desde que era una niña…un niña solitaria, si cave decir…
¿Y para que engañarse? ¿Cuándo la había dejado
realmente? ¿En que momento- aunque
quisiese creer con su alma todo lo contrario-había dejado de estar sola? Nunca
jamás, sin importar que tan rodeada hubiese estado de gente, había dejado de
estar completamente sola.
Era consiente de eso. Lo había asumido hace
ya mucho tiempo atrás.
…¿Entonces?...
Se revolvió en la amplia cama.
¿Entonces por que ahora parecía doler? ¿Por
qué si ya había naturalizado su condición de solitaria, si se había hecho amiga
de la soledad, si había aprendido a disfrutar de ella inclusive, parecía
hacerle ahora tanto daño?
Suspiró.
¿Sería acaso que con el tiempo se había vuelto débil?
¿sería acaso que con el tiempo había empezado a anhelar esa compañía que la que
la vida le había enseñado tan bien a prescindir?
Y entonces ¿La compañía de quien? ¿De
Thora? ¿De Camal? ¿De Zephraín? ¿Acaso de aquel hermano que nunca había
volteado ni a mirarle? ¿De quien si todos se habían ido? ¿De quien si le habían
dejado sola? ¿de quien. Si realmente, jamás habían estado a su lado? Si habían,
todos ellos, abandonadole sin mayores miramientos y vueltole la espalda y traicionado su frágil
confianza.
¿Pero que podía esperar entonces? ¿Qué las
promesas de amor del caballero hubiesen sido verdaderas? ¿Qué el juramento de
fidelidad del niño lo fuera? ¿O la promesa de incondicional amistad? ¿Qué la
sangre pesara aunque sea un poquito? ¿Qué podía esperar ella, tan
insignificante, que ni siquiera había sido razón suficiente para que su propia
madre viviese? ¿ Que podía esperar ella mas que la soledad?
…hoy, mañana y siempre….
Y mientras una furtiva y solitaria lágrima
se deslizaba por su mejilla, se acurrucó entre las colchas, y procuró volver a
conciliar el sueño.
Mago del 399 DA, Infintria.
Thora Astrid © Verónica Alonso
Camal Mahed Mozabi © Mathías Nuñez
Leother de Galadsil © Andrés Rodrigues
Ashanttè/Sylvanna © Moi
Infintria y todo lo que la compone © Giovanni Tavaniello
Camal Mahed Mozabi © Mathías Nuñez
Leother de Galadsil © Andrés Rodrigues
Ashanttè/Sylvanna © Moi
Infintria y todo lo que la compone © Giovanni Tavaniello
2008.